Painkiller en Netflix: una caricatura chillona, peor que Dopesick en Hulu.
La nueva serie de Netflix titulada “Painkiller” se centra en el drama de OxyContin y la crisis de los opioides. Sin embargo, a pesar de temas similares, esta serie no puede competir con la serie “Dopesick” que se transmitirá en Hulu en 2021. Entonces, ¿cuál es el misterio de “Painkiller”? ¿Por qué alguien decidiría crear otra versión de esta historia, que resulta ser superficial y torpe?
Mala narración
El principal problema de “Painkiller” es su narración confusa. Mientras que “Dopesick” usa señales cronológicas para guiar a los espectadores a través de los 40 años de desarrollo de la droga, “Painkiller” se basa en una excesiva voz en off. Esto lo proporciona Uzo Aduba, en el papel de Edie Flowers, un abogado de la Oficina del Fiscal de los Estados Unidos que expone las fechorías de Purdue y los Sacklers a un equipo legal encargado de procesarlos. Ambas series comparten temas similares, como la intriga corporativa y un funcionario federal de color decidido a hacer pagar a los responsables de esta crisis. Ambos también cuentan con una familia de clase trabajadora que está destruida por una lesión y una adicción a medicamentos recetados supuestamente no adictivos. También hay un representante de ventas de Purdue, inicialmente encantado con las ganancias generadas por las dosis cada vez mayores de OxyContin, pero que comienza a dudar cuando descubre la verdadera naturaleza de la droga. Ambas series también presentan imágenes de usuarios de drogas corriendo por las farmacias y zombis deambulando por las clínicas del dolor. Sin embargo, donde “Dopesick” se toma el tiempo para desarrollar cada historia y dar vida a sus personajes, “Painkiller” los convierte a todos en caricaturas.
Estética exagerada
El estilo de “Painkiller” es caótico, con planos temblorosos y rápidas secuencias de cortes. La banda sonora está compuesta por pistas rítmicas de Beastie Boys, Iggy Pop y Ol’ Dirty Bastard. El espectador es asaltado constantemente por montajes de imágenes sobreexpuestas: astronautas animados, curanderos, extracciones dentales, pasteles de chocolate, avalanchas y noticiarios de la Segunda Guerra Mundial. Las secuencias realistas se desvían inexplicablemente hacia lo fantástico, como cuando Richard Sackler posa con su padre y su tío para fotos promocionales fuera de las oficinas de Purdue, adoptando la postura de los monos que “no ven nada, no oyen nada, no dicen nada”. Las actuaciones de los actores también son exageradas, como Matthew Broderick como Richard Sackler, que recuerda a los personajes del tío de Monopoly y generalmente permanece inexpresivo, simplemente murmurando líneas como “Ka-ching, ka-ching, ka-ching”. El conjunto da la impresión de que “Painkiller” se elaboró bajo los efectos de una sustancia mucho menos intoxicante que los opioides.
Una representación nefasta de la crisis
Lamentablemente, más allá de su estilo problemático, “Painkiller” también falla en su intento de retratar la tragedia de la crisis de los opiáceos. La historia ficticia de un apuesto dueño de un garaje y hombre de familia interpretado por Taylor Kitsch se siente insulsa y un cliché en comparación con la serie “Dopesick”. La serie trata de compensar esto abriendo cada episodio con el testimonio de personas reales, quienes explican que aunque el escenario es ficticio, los efectos de los opioides en sus vidas han sido una verdadera tragedia. Sin embargo, esto solo acentúa la naturaleza grotesca de todo el asunto.
Un enfoque artístico cuestionable
Uno podría preguntarse por qué los creadores de “Painkiller”, Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster, junto con el director Peter Berg, adoptaron este enfoque audaz y controvertido para contar esta historia. Tal vez pensaron que eran diferentes de la serie “Dopesick” al tratar a los Sacklers como antihéroes de una película satírica sobre traficantes de drogas ilegales o estafadores de mercadeo en red. Sin embargo, esta comparación no se sostiene. Los Sacklers utilizaron la distinción y la elegancia como armas secretas para evadir la justicia. Se las arreglaron para engañar a las autoridades durante tanto tiempo porque nunca actuaron como delincuentes. Usaron sus actividades filantrópicas para darse una imagen respetable y solo los ricos los admiraban. Las víctimas de su narcotráfico vivían en un mundo invisible para ellos. Esta sutileza se pierde por completo en la interpretación de Richard Sackler en “Painkiller”, que no tiene relación con la realidad del personaje.
Fuente: pizarra.com